Cuando yo era pequeña mis padres siempre me dijeron que tenía que ser responsable de mis estudios, que esa era mi tarea, igual que la de mi padre era la de trabajar. Y esa es una de las muchas cosas, y buenas, que me enseñaron mis padres: ser responsable de mi vida y de lo que hacía.
A día de hoy esto de la responsabilidad no está muy de moda, y hay que quien presume de ser un “espíritu libre” y hacer lo que quiere sin rendir cuentas a nadie ni a nada. Y sin embargo, mi forma de entender la responsabilidad no significa no ser libre. Puedes ser un espíritu libre y ser responsable. Es más, para ser un espíritu libre tienes que ser responsable, y te explico por qué.
La palabra responsabilidad deriva de las palabras: responder más habilidad. Es decir, responsabilidad es la habilidad de responder con habilidad, de ser capaces de dar respuesta a los retos que nos presenta la vida con los mejores recursos que tenemos.
Así en las empresas hay: “Responsable de compras”, “Responsable de recursos humanos”, “Responsable de comunicación”… y se supone que estas personas son capaces de resolver de la mejor manera posible los retos de sus departamentos.
¿Esto quiere decir que el resto de personas de estos departamentos no sean responsables? ¿Solo son responsables aquellos que tienen la etiqueta de “responsables”?
Desde mi punto de vista todos y cada uno de nosotros deberíamos dar la mejor respuesta que podamos estemos donde estemos, seamos el bedel de la empresa o el director general. Para mí la responsabilidad no tiene que ver con la “etiqueta” que te pongan, tiene que ver con un compromiso conmigo misma.
La responsabilidad es un acto de libertad y de compromiso (otra palabra que tampoco está muy de moda). ¿Un compromiso con quién? En primer lugar, un compromiso con uno mismo y con la excelencia, es decir, con dar lo mejor de nosotros mismos en cada momento, y un compromiso con las personas a las que les decimos “adelante” con un proyecto, un trabajo, una relación…
La responsabilidad tiene que ver también con la libertad. Con la libertad de elegir a lo que quiero dar respuesta. Por mucho que mis padres me dijeran que tenía que estudiar o que en un trabajo te hagan responsable de compras o de recursos humanos, si no hay una elección personal y un compromiso, si eso va en contra de tus deseos, ¿en qué se convierte?
Imagínate un padre que no quiere ser padre, o un “responsable de equipo” que le han obligado a aceptar ese puesto… ¿Pueden ser realmente responsables? ¿Pueden dar la mejor versión de sí mismos? ¿En qué se convierte entonces esto? ¿Tal vez en una carga? Cuando las cosas son una carga, en general, no daremos nuestra mejor versión y con el tiempo se convertirá en una fuente de infelicidad y frustración. Y es por eso que muchas veces se asocia la responsabilidad a una carga, cuando es justo todo lo contrario, la responsabilidad genuina debería ser una fuente de felicidad.
A mí a veces me pasa que me piden algo, y como tengo complejo de ONG, digo que sí, cuando realmente no me apetece. Al final, eso se convierte en una carga para mí, porque si digo que sí, soy de las extrañas personas que lo hacen. Muchas veces asumimos de manera más o menos consciente “responsabilidades” que en realidad son cargas, y tal vez deberíamos aprender a decir que no desde nuestra libertad para ser un poquito más felices.
Y también de manera inconsciente puede que asumas “responsabilidades” que sumen en tu vida: amar a tus amigos, a tus padres, a tus sobrinos, a tu pareja… Cuando pienso, por ejemplo, en mis sobrinos, siento que elegí desde mi libertad acompañarlos en su educación, su desarrollo, su felicidad… y esto me llena también de alegría. Y cuanto más consciente soy de esto, también soy más feliz.
Ser responsable es todo un reto y todo un arte. Ser responsable es tomar el timón de tu vida y elegir libremente cómo la quieres vivir, para navegar por la vida de una manera plena y feliz. ¿Te atreves?
Almudena de Andrés.
Dedicado a mi amigo Juanjo, un espíritu libre
que me hizo pensar un poco más despacio sobre todo esto.